Mucho se habla en el tenis de la importancia de la cabeza, se lo cataloga como un deporte mental, se argumenta que un jugador sin confianza no tiene prácticamente nada. "Para mí, nunca fue una cuestión de talento, sino de cabeza", reconoce Jurgen Melzer en el momento más alto de su carrera. Siempre fue observado como un jugador tibio, que carecía de sangre para los partidos importantes y que su talento y juego vistoso no eran suficientes para pegar el salto en los resultados.
Hace un año y medio vivió su momento más difícil como tenista. En Alemania y por la Copa Davis, aventajaba a Philipp Kohlschreiber por dos sets a cero y 4-1 arriba en el tercero. No lo pudo cerrar y perdió 6-3 en el quinto. "Lo peor es que sentí que había defraudado al equipo", confesó el zurdo. Su imagen en la Copa caería aún más cuando cayó derrotado ante Nicolás Massú por los play-off del Grupo Mundial. Su confianza estaba destrozada y no encontraba el rumbo. Pero hubo un torneo que salvo ese año 2009 y marcó un quiebre en su carrera. El 1 de noviembre derrotó a Marin Cilic y conquistó el torneo del patio de su casa, el ATP de Viena. Le demostró a todos pero sobre todo a sí mismo “que podía manejar la presión”.
Melzer es uno de esos jugadores que, cuando está en un buen día, da gusto ver. "Soy un jugador muy agresivo que intenta irse a la red para acortar los puntos, pero también tengo el juego para mantener el ritmo desde el fondo", se autodefine. Luego de un buen final de año 2009, encaraba una nueva temporada con el objetivo de dar ese salto que tanto esperaba. No solo dio el salto sino que dejó en el pasado fantasmas que atormentaban su juego. Invirtió 4 horas y 15 minutos en remontar un 6-3, 6-2 y 2-0 al serbio Novak Djokovic (número 3 del mundo) para llegar a semifinales de Roland Garros. Rafael Nadal, posterior campeón, lo despertó del sueño pero no le quitó la satisfacción de haber jugado dos semanas del mejor tenis de su vida.
Hubo alguien que le ayudo a hacer las paces consigo mismo. Joakim Nystrom es su entrenador desde 2007 y la persona fundamental en el cambio de mentalidad del austriaco. "Tiene toque, pero tenía demasiadas opciones, no sabía elegir, se gustaba demasiado", cuenta Nystrom, ex Top ten. Ya no es visto como un perdedor, Jurgen ya se amigo con su cabeza.
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