Durante los seis años que duró la Segunda Guerra Mundial, Jaroslav Drobný prácticamente no agarró una raqueta de tenis. Checoslovaquia estaba bajo dominio de Hitler y no se conseguían pelotas para jugar. Pero el checo pudo reclinarse hacia otra de sus pasiones, el hockey sobre hielo. En condiciones normales practicaba hockey durante el invierno y tenis en el verano. Su padre era cuidador en el Internacional Lawn Tennis Club de Praga y adquirió un acceso rápido al deporte. Para su séptimo cumpleaños quería una raqueta, pero su padre le regalo una paleta de madera que era mucho más barata y con eso empezó a aprender sus primeros golpes.
A lo largo la guerra jugó exhibiciones de hockey lo que le permitió mantener un buen estado físico. Para subsistir, trabajó en una fábrica de municiones y se liberó de ser enviado a Alemania. Una vez finalizada la contienda regresó a la elite del tenis. Durante esos años pudo seguir ambos deportes en altísimo nivel. En 1947 logró el Campeonato Mundial de Hockey sobre Hielo con su selección siendo la gran figura del equipo y en la final contra Estados Unidos convirtió tres goles. Un año antes había sido finalista en Roland Garros. En 1948 Drobný contribuyó a la medalla de plata conseguida por Checoslovaquia en los Juegos Olímpicos de Sankt-Moritz. Hasta ese momento, a pesar de un par de finales en el Abierto de Francia, el hockey era el deporte en el que más se destacaba. Pero dos motivos fundamentales hicieron que el tenis tome el papel principal: un accidente y el comunismo. Tras chocar con un rival en la pista de hielo, uno de sus ojos se vio afectado por un cierto grado de miopía, lo que lo llevó a usar gafas a lo largo de su carrera como tenista y tras la llegada de comunismo ruso al poder, cada vez se hacía más difícil salir del país. Además, las autoridades le impedían participar en certámenes donde jugasen tenistas españoles y alemanes. Esto le impidió desarrollar su carrera libremente y tomó la decisión de abandonar su país y buscar refugio en algún otro.
Cuando jugaba un torneo en Gstaad, Suiza, lo obligaron desde Praga a que abandonase la competición y regrese al país, a lo que Drobný se negó. Éste fue el hecho que detonó la decisión de dejar su patria. “A menudo me era muy difícil, a veces era doloroso el silencio debido a la absoluta soledad que sufrí como apátrida”, recordaba el zurdo. Buscaba algún país que lo acepte como ciudadano y así consiguió el pasaporte egipcio gracias a la amistad que lo unía con el rey Faruk. Bajo esta nacionalidad obtuvo sus tres títulos de Grand Slam (Roland Garros 1951 y 1952 y Wimbledon 1954). La última etapa de su carrera fue la más fructífera en cuanto a logros. Luego de caer en tres finales, en 1951 pudo levantar el trofeo en Roland Garros y también lo obtuvo al año siguiente. Su gran objetivo era triunfar en la Catedral del Tenis. Había conseguido sobreponerse al nazismo y al comunismo en su país, a estar seis años fuera de una cancha y a tener que abandonar su país, pero el título en Wimbledon se le hacía esquivo.
A los 33 años y luego de una final maratónica ante el australiano Ken Rosewall, logró ese trofeo tan preciado y se convirtió en el primer tenista zurdo en conseguirlo. El joven Rosewall era el amplio favorito: junto con la edad, a Drobný se le sumaba su poca condición atlética y una lesión en el hombro que no le impedía sacar bien. La victoria para el checo fue 13-11, 4-6, 6-2 y 9-7 en más de dos horas y media, lo que era en ese momento la final más larga de la historia del torneo. Ya radicado en Londres y siendo ciudadano británico, ya que se había casado con Rita Anderson, en 1960 disputó su último Wimbledon. Este hecho lo convirtió en el único jugador en la historia en disputar este Major con cuatro nacionalidades diferentes: en 1938 lo hizo bajo la bandera de Checoslovaquia (y de nuevo desde 1946 a 1949); en 1939 fue inscripto, a raíz del los conflictos de la región, en el Protectorado de Bohemia y Moravia; luego de su deserción jugó representando a Egipto hasta 1949 cuando adoptó la ciudadanía británica y vivió en Londres el resto de su vida.
A lo largo de su vida Drobný logró superar muchas situaciones difíciles, sobre todo cuando la política lo condicionó. Ni el destierro ni el apatrismo ni el paso del tiempo y ni una miopía pudieron detenerlo. Al final de cuentas la decisión más difícil que debió tomar fue la de elegir con que deporte quería quedar en la historia, pero no hizo falta porque en ambos alcanzó la gloria.
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